J'attendrai dans le silence de la nuit que tu t'approches de mon côté et tu me chuchotes ton amour, parce que je t'aime.

Paola y ella




Primavera 2007
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Me gusta ver su cara conocida e insolente aunque proviniera de un pasado lejano.
Es atractiva y sin duda muy deseable. Podría elegir caricias más claras, labios sumisos, mujeres más jóvenes y latentes, pero mi encuentro con ella iba mas allá de lo sentimental. Indudablemente quedaba en mí un deje de cariño por sus entregas que paganamente me llevan a sus distraídas y nuevas identidades inconclusas e infinitas. Pienso sin descanso, aunque con dudas, en una segunda oportunidad, quizás eterna.
Ojalá estuviera enamorada de ella, aunque no me animaba a considerarlo posible.
Ese viernes por la noche me escapé del trabajo, fui corriendo a mi casa y ella estaba allí con su indescifrable ilusión esperándome.
Como la niña que fui, tenía ganas de consumirla en mis deseos sin prólogos fingidos, y ella, desinteresada y segura lo aceptaría sin pregunta alguna.
Dios sabe lo bien que me siento cuando mi piel desmedida y abierta se entrega al impulso de su pureza.
La miré en medio de sus seducciones, es limpia, hermosa y comprensiva, su tiempo me pertenece y también sus vacíos. Mis tiempos, quizás algún día, también sean de ella.
Cuando ya estaba decidida a entregarme a sus encantos, golpearon a mi puerta y escuché la voz suave y ligera de Paola...
¡¡Soy yo Patri!!
-ábreme dulce, quiero dibujarme entera esta noche sobre la miel de tu cuerpo-.
Sólo tarde unos segundos en envolverla y llevarla a su refugio, es tan chiquita y temerosa que puedo esconderla en cualquier cajón del escritorio o en el botiquín, que es donde más le gusta descansar cuando mis otras realidades me comparten.
Paola, siempre dócil y legible, mientras me regalaba un beso se ubicó en el sillón ubicado en el ángulo izquierdo del living, allí donde reposan los cuadros del Che y de Camilo. Sacó del estuche su guitarra y cantó para mí "El día en que voy a partir" y "Compañera", sabiendo que las letras deSilvio Rodríguez llegan a mi corazón y su paz rondando siempre la más simple de las lágrimas. También en ese instante, una botella de Malbec nos miraba desde la alfombra esperando ser consumida entre nuestros sueños atinados y sin pausa.
Paola y sus alegrías constantes abrazaron esa noche de viernes con su amor distinto, real, tal vez único, y fui feliz hasta la madrugada aún sabiendo que ella regresaría y me esperaría por siempre para compartir su vuelo hundida en mis brazos.
El amanecer encontró nuestros cuerpos enredados en sus pieles y sudores.
Al despertar y después de besar la humedad visible de mis labios, Paola clamando inocencias, me preguntó: ¿cómo te has sentido en nuestra noche, pequeña?
- bien dulce, le contesté
- me estoy acostumbrando a mi nueva máscara y al viento de tus palabras deslizando un "te amo" y cada minuto que pasa para mí es una nueva oportunidad y yo opté por amar(te)-.

Mientras tanto, ella, la que nunca podré amar, me esperaba en su escondite incondicional, repleta de su pureza, una pureza que pocos comprenden...