J'attendrai dans le silence de la nuit que tu t'approches de mon côté et tu me chuchotes ton amour, parce que je t'aime.

Sabor



Octubre 2008
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Aquella tarde mis ganas tomaron un rumbo distinto, distinto a todo aquello que imaginé justo el día en que la conocí. Mis diez mil maneras de sonreir se esfumaron, y a cambio, sólo quedó un rostro agrio que apenas se atrevió a reflejar su desconcierto.
Estaba tan ofuscada, que la sorpresa que produjeron en mí sus palabras, se rompió en añicos filosos que desgarraron mi corazón y así, sangrante y lastimada, traté de huir.
Caminé por más de tres horas sin rumbo fijo con la compañia de una tímida lágrima que sólo asomaba su reflejo pero que no se atrevía a caer y fue hasta que me detuve a tomar aire para deshacer el nudo en mi garganta que dicha lágrima rodó por mi mejilla para perderse en la conmisura de mis labios y formar parte de mi saliva.
Aquel sabor de tristeza me hizo entenderlo todo.
A esa tristeza sabían sus besos, sus caricias y su olor, ese olor que llenaba las ausencias de su cuerpo en mi cama.
Muchas veces le dije que mi refugio eran sus axilas, aún sin comprenderlo, me gustaba dormir con mi cara sobre ellas, para respirarla, para llenarme de paz.
Eso era, necesitaba de ella para frenar mi desbordada alegría y ella de mí para no hundirse en el diáfano azul de su alma.
Quise huir y aunque logré perder su cuerpo, la última imagen de ella ofreciendo su refugio, mi refugio, me atrapó con fe.