Verano 2008
3- Estación Rivadavia. Las tres y doce.
El calor del vagón, de las docenas de pasajeros amontonados, se confunde con el calor de mi interior. Mi tanga está empapada y resbaladiza, mi piel lidia con mis instintos diluidos como lluvias copiosas, libidinosos, me aferro a un pasamano de metal para calmar con su frío mi bizarra fiebre, transpiro en sus ojos. Gotas de sudor que nacen de mi frente recorren gustosas mi cara y nuca, empapando dulcemente mi cuello y lubricando mi piel. Froto burbujeante y exaltada mis axilas y mi entrepierna... La mujer con perfume a presidio no quita su mirada de la mía. Lucho excitada con mis límites sin juicios y mi ropa que desea escapar. Su olor se prueba en mi piel.