J'attendrai dans le silence de la nuit que tu t'approches de mon côté et tu me chuchotes ton amour, parce que je t'aime.

Visitando a María



































Invierno 2007
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Eso del futuro no es un tema serio.
Generalmente María se refugiaba en su cuarto para dejar pasar las horas y, cada vez más seguido, tomaba dos o tres pastillas para tranquilizarse y poder dormir.
Su madre, siempre le recordaba que era ilegal e inmoral hacerlo y que pagaría al fin su imprudencia, pero ella, no lo veía así.
María en sus noches se revolvía entre las sábanas y luego incorporándose a medias encendía la luz, era siempre las tres de la mañana y se había transformado en un rito. Luego, María se posaba junto a la ventana con la bata sobre sus hombros y miraba perdida en la oscuridad y volvía a tomar dos o tres pastillas para conciliar el sueño.
Por las mañanas sentía un manto de miedo y de piedad, se veía envuelta en un infierno indefinido, recurría entonces a su biblia, pero era en vano, no todos la entienden y María era una de ellas.
Su madre, como siempre a su lado, motivaba la paz de su hija. 
María sentía no progresar, era una sistemática representación de somnolientos objetivos a cumplir.
A través de los cristales empañados de su cuarto y la espesa lluvia, el enorme edificio donde habitaba era sólo una sombra salpicada por las luces mustias de la ventana, que su madre iluminaba a diario.
La dulce María soñaba en forma constante entrar al amplio vestíbulo de la planta baja semialumbrado por discretas candelas indirectas y poder traspasar esa puerta de su cuarto para ser recibida por figuras blancas y encontrar la tan preciada paz.
Los instantes consumían la piel de María.
Aquella noche su bello rostro rodó sobre la almohada, sus manos crispadas como pequeñas garras tuvieron un temblor espasmódico. Luego clavó sus ojos en su madre, una mirada súbitamente vivaz, suplicante, que parecía emerger desde un pozo sin tiempo y aferrarse ávida a las pupilas de su libertad. Salió al pasillo con paso vacilante, su sangre corría en todas direcciones agolpándose en un remolino dentro de sus venas; su madre, como de costumbre estaba a su lado. María deseaba sólo ser feliz.
El enfermero llegó en ese momento acompañado por uno de los médicos internos, éste la sostuvo por la cintura y se ofreció a llevarla a su cuarto nuevamente.
La pequeña María hizo un esfuerzo para reponerse y pidió a su madre que la ayudara, pero esta vez su madre no pudo contestarle, el médico le recordó que estaba en la clínica neurosiquiátrica Del Carmen y que su madre había muerto hace dos años en un accidente automovilístico donde María manejaba.
Los recuerdos, las imágenes, las palabras del pasado se agolparon en su mente y podía sentir el latido de sus sienes a medida que intentaba orientarse en la oscuridad.
Frente a ella, en la pared opuesta, se advertía la silueta confusa de su madre y su voz diciendo: 
María recuerda que lo que haces es ilegal e inmoral y algún día pagarás tu imprudencia, pero ella no lo veía así...