J'attendrai dans le silence de la nuit que tu t'approches de mon côté et tu me chuchotes ton amour, parce que je t'aime.

Yanina



































Otoño 2008
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Aún conservo la sonrisa de aquel día. 
Mi mamá había ido al cine aquella tarde con mi hermano. Papá tuvo que trabajar hasta muy tarde y esto, me alegró.
Si ellos hubiesen estado me habría sentido cohibida de solo pensarlo.
Sentada al borde de mi cama mis ojos en sueños mostraban un brillo de inquietud, era muy niña y audaz. Pretendía por momentos ser una heroína, pero debía obrar con cautela. 
Tomé una pausa y me regalé un breve suspiro viéndome al espejo.
Sonreí con una expresión clara y divertida, en verdad la necesitaba para darme valor. Por mi cabeza asomaban murmullos ajenos que me suplicaban dejar las cosas como estaban.
Había estado tan ocupada días anteriores con tareas de la escuela, que ni una sola vez había pensado en hacerlo. 
Esa mañana me levanté temprano para bañarme sin prisas, fue realmente magnífico. Me encanta disfrutar estos momentos. Después de depilar mis piernas y axilas contemplé mi cuerpo críticamente por primera vez en mi vida. Es un cuerpo agradable pero de pechos pequeños, igualmente estaba contenta de ser una chica.
Antes pensaba que la única que sentía estas cosas era yo, pero realmente no soy sino una parte más de la humanidad, y es bueno, de lo contrario nuestro planeta estaría sumergido en obediencias debidas.
No recuerdo haber estado nunca tan llena de alegrías desconocidas como ese día. 
Todas tenemos al principio, en estos casos, un aspecto como si hubiésemos sufrido una interminable enfermedad sin sentido.
Quise abrir las ventanas de casa, pero sentí miedo de que alguien diferente nos viera. Decidí preparar unas bebidas para matizar el momento, algo distinto, pensé en nuevos tragos para el renacer de mi nueva vida. En la vitrina papá guardaba Vodka, Cointreau, Menta y algo de Whisky, mi inexperiencia para estas situaciones me hizo pensar que mejor sería tener todas las botellas a la vista.
Ese día iba vestida con pantalones muy ajustados color beige y una liviana camisa blusa de algodón muy cortita, mi cabello estaba muy rizado y mis pies descalzos, como siempre. 
Mi habitación se lleno de recuerdos que serían cuando Yanina entró a ella tomada de mis hombros.
No sabía en realidad como empezar, pero ella puso sus manos sobre mi tibia cintura y sus ojos líquidos acompañaron cada milímetro de mi piel. Lentamente y sin dejar de mirarme Yanina sonrió y devolviéndole mi inquieta sonrisa, sólo tuve que dejarme llevar por mi inexperiencia y por entre sus labios.
El color rosa de mi habitación dio un cierto aire femenino y romántico a la sorprendida atmósfera. 
Lo que más recuerdo de ese día, su cuerpo sudoroso en burbujas sobre mi cama, su boca recorriendo mis pequeños senos y sus manos húmedas suavizadas por mi lengua desprendiendo nuestros olores nuevos.
Te quiero Patri, fue algo hermoso, dijo Yanina al despedirnos.
Fue mi primera vez escucharon sus oídos, mientras acariciaba su cabello aún mojado...
Jamás lo olvidaré.